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Los medios de masas y más específicamente la televisión e internet han contribuido al nacimiento de un espectador devorador de información, sobre todo información visual. Las imágenes se acumulan en su retina fragmentándose y yuxtaponiéndose para conformar así nuevas imágenes percibidas como nuevas realidades.
La información nos llega de muy diversas formas, pero una vez procesada se convierte en pensamiento, pensamiento que el artista materializará en objeto artístico a través del medio que crea idóneo, en este caso la PINTURA.
Una vuelta a la pintura, pero a la pintura amplificada, que se nutre de lenguajes y miradas sin delimitarse a reglas preestablecidas.
Una pintura con experiencia, que bebe en fuentes inagotables de información donde el autor primero resulta ser parte también de la obra en cuanto que la completa con información polifónica sobre ese dato.
Una pintura que expande su propio marco invadiendo espacios tradicionalmente reservados a otros géneros. Pintura cuya corporeidad puede ir del espesor de un diferencial o del de la piel del elefante a ocupar toda una habitación o kilométricos jardines.
Una pintura que plantea juegos tanto físicos como mentales con el espectador, donde las imágenes se ocultan o se revelan según la mirada propuesta.
Pintar en la era digital